No
podíamos imaginarnos que lo políticamente correcto iba a traernos hasta
aquí, de manera que no sabemos a qué sitio vamos a llegar. Estoy por
asegurar que a ninguno bueno. O no mejor del que tenemos ahora. Hemos
pasado de hablar con sordina, de decir sin decir según qué cosas, a simplemente no poder decirlas.
No se puede, por ejemplo, hacer chistes sobre gordos, homosexuales,
feos, bajos, excesivamente altos, tontos o excesivamente listos,
eyaculadores precoces, jorobados, cojos, calvos… y por supuesto, ni
mentarlos si en lugar de varones son mujeres. Si lo hacemos, nos
convertimos en una aberración humana, en tipos insolidarios,
despreciables, la hez de una sociedad caduca y decadente. Recuerdo, en
fin, con nostalgia los días en los que al humor se le atribuía la
capacidad de conjurar los males, de hacer soportable nuestra convivencia
con ellos, y pienso cómo será un futuro sin chistes, aunque sean malos.
Pero
si esto es triste (o aburrido, fundamentalmente aburrido) en el otro
extremo del mismo y nuevo modelo de sociedad está el delito de odio,
que, naturalmente, puede encontrarse en el trasfondo de cualquier
chiste, según hemos visto ya, o en cualquier sandez protagonizada por un
ignorante. Leo esta mañana que Puchimón
se va a querellar contra los que se subieron a un tanque y se grabaron
diciendo que iban a ir a buscarlo montados en él. Le ha cogido el
prófugo el gustillo a los picapleitos y tribunales, no me cabe duda,
pero el caso es que una gilipollez que hace años no hubiera salido de
las instalaciones donde se produjo y del bar donde la cuadrilla de
tontainas se junten a tomar cañas, se convierte en noticia de noticiario
y de ahí a una denuncia por delito.
Cuando
creíamos que nuestra sociedad se había olvidado del pecado o lo había
reducido a un sentimiento, a una experiencia individual, resulta que no
solo lo recuperamos sino que lo convertimos en delito. La Biblia otra
vez en el código penal. Esto no es ir hacia adelante, sino muy hacia
atrás en el tiempo, y muy hacia mejor no decir qué puntos cardinales en
el espacio. De momento, nos quieren enchironar por odio, pero lo mismo
mañana habrá presos por gula, por pereza o por lujuria. Solo espero que
se tarde lo justo para que yo haya quedado a salvo de este último, que
tanto me puede.
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