martes, 5 de junio de 2018

Mi machismo y yo

Me siento casi como esos franceses del XVIII que en poco tiempo pasaron de revolucionarios a reaccionarios y terminaron en la guillotina sin apenas cambiar de opinión. Y es que yo, que me tuve por campeón de la igualdad, estoy seguro de que terminaré dilapidado por machista cualquier día. Hoy mismo, sin ir más lejos. Vamos a ello.
     Un colectivo pide que se retire de un concurso de carteles que se dirimirá por votación popular la imagen de un escote. No que no se le premie, sino que no se le deje ni participar, no sea, digo yo, que a los malagueños (que son los convocados a decidir) les ponga el dibujo, lo voten, impidan a sus mujeres votar otro cartel, terminemos considerando artística la representación del canalillo y la jodamos.
     Ahora mismo leo el texto que se propone en la asignatura de Inglés a los aspirantes a superar la prueba de acceso a la Universidad. Se trata de unos párrafos del periódico inglés The Independent donde se dice que, para los expertos, lo peor que tienen las letras sexistas del reggaeton y de la música en general es que las mujeres son valoradas solo por su aspecto y su sexualidad mientras que a los hombres se les valora por sus habilidades, inteligencia y otras cualidades. Y ahí estoy yo que corro a buscar hombres inteligentes en las letras de las canciones, desde Paquito el chocolatero hasta Stand by me y no encuentro nada más que bobalicones suspirando por el favor de mujeres bellísimas y -sí- muy sexualizadas porque justamente de eso es de lo que va la cosa.
     Las redes me piden -también hoy- que suscriba una proclama para que en cualquier conferencia o debate (no sé si exposición) que se organice sobre fotografía haya una fotógrafa opinando, incluso (supongo) aunque se remede el modelo de los opinadores profesionales de los medios de comunicación, esos que hablan tanto de lo que entienden como de lo que no.
     Todos los días, la prensa recoge el lamento por un colectivo donde las mujeres son minoría o sufren peor trato que los hombres. El de hoy, una pelotari campeona de todo que a los cuarenta y cuatro años se retira sin haberse podido dedicar profesionalmente al deporte, sin que yo entienda bien quién y por qué debería haberle pagado un sueldo en algún momento de su vida.
     No sé… Temo que el gremio de los mecánicos del automóvil sufra en cualquier momento la ira del feminismo porque no hay suficientes mujeres cambiando el aceite a los motores, y ya le he sugerido al director de mi instituto (prevenir es mejor que curar) que no permita la matrícula de ningún aspirante a alumno de ciclos formativos relacionados con la automoción mientras no exista constancia de que quedarán plazas después de que se matriculen todas las alumnas interesadas.
     Yo mismo, en fin, temo ser vapuleado en una manifestación de mujeres enardecidas por el escaso porcentaje de conductoras de motocicletas que hay en la ciudad, y me aterra pensar que me descabalgarán de mi Suzuki por machista y me harán renunciar a mi modus movendi cotidiano hasta que haya tantas mujeres como hombres manejando una bicilíndrica como la mía.
     En fin. Sigo siendo un campeón de la igualdad, pero estoy en contra de la censura, de buscarle los tres pies al gato y del victimismo sin sentido. Aunque eso me cueste la guillotina, amigas que me leéis.

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