sábado, 28 de marzo de 2020

Días undécimo a décimotercero

Y encima amanece nevando. Esta primavera invernal es nuestra pertinaz sequía particular. Con lo bien que no vendría una ola de calor, el tiempo se ha puesto de parte del bicho. Así no hay quien pueda con él.

Me entero que nuestro gobierno ha comprado material sanitario a Ali Express y le ha resultado como en los memes del whatsapp: tan corto y tan estrecho que no hay quien se lo ponga. Escucho a todos los mandamases admitir que cuando la demanda es de siete mil millones, no hay oferta capaz de cubrirla. Si eso ya era así hace unos días, ¿cómo se ha fiado alguien de que a nosotros nos pusieran los primeros de la cola sin que nos fueran a hacer trampas? En fin, ahí estamos, ahí están los líderes, diciéndonos que tranquilos y supongo que ellos no, si tienen una pizca de: ninguno de los dieciocho presidentes cayó en la cuenta de que había que gastarse unos duros en lo que se lo gastaban los chinos. Ya lo dije en la última entrada: etnocentrismo. Y ahora le añadimos candidez. Todos son unos cándidos. Y la sociedad civil, sustituyéndolos a base de impresoras en tres dimensiones y ricachones con ataques de filantropía.

  En fin, según se agranda la tragedia, nos vamos a enterar de lo que significa la globalización. Mientras no haya cura para todos, estaremos todos jodidos. Menos lo chinos, que son los únicos que fabrican mascarillas y cobran en efectivo. De la guerra de hace cien años, salió EEUU convertida en la primera potencia. De esta guerra, saldrá China. No hay discusión al respecto.

  Sigo sin escuchar más noticias de las necesarias. Me he enterado de que, para prevenir tsuanmis, los japoneses están levantando unos metros un pueblo de cinco mil habitantes: trescientos camiones allegando tierra día y noche durante diez años. Con un par. Pero que nadie me pregunte por nuestras cifras: no me las sé. 

En lo personal, creo que hoy puedo considerar que llegué sano al encierro. ¡Me alegro!

Y suerte a todos.

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