domingo, 5 de noviembre de 2017

El mal que nos están haciendo







La democratización del consumo de la política que nos ha traído el mundo de las redes sociales y, en general, de la comunicación instantánea vía internet, ha hecho que los políticos dejen de ser esos seres inaccesibles que envolvían su discurso en palabras huecas e ininteligibles que podíamos ignorar sin temor de perdernos nada, a ser unos personajes más del gran circo, que están obligados a que su mensaje sobresalga a cada momento del océano de otros mensajes, y para ello no hay mejor receta que el extremismo, decir la palabra más gruesa, la idea más bárbara, la expresión más repetible por todos, al modo del estribillo de la canción del verano.

El hit-parade está muy concurrido: los independentistas sin fronteras, los presos políticos y políticos presos, los que ganarán la libertad metidos en la cárcel, los que se presentarán a las elecciones no para ganar la independencia sino la democracia… cada día hay una ocurrencia nueva, una gran idea, una expresión mayestática. Y la idea que subyace a todo: que el gobierno es el responsable de que diez políticos estén en la cárcel. Por si de continuo tenemos dudas sobre cómo el poder se las apaña para jodernos siempre a los demás, solo faltaba que ahora nos convenzan de que Rajoy le ha dicho a Lamela, encarcéleme usted a estos, por favor. Y manténgalos allí hasta nueva orden. Todos los independentistas, nacionalistas, filonacionalistas o filoindependentistas, y hasta Sánchez en sus momentos de mayor duda metafísica (esto no se resuelve en los juzgados, acaba de decir), están por la labor de convencernos de que la separación de poderes no existe, de que, como decían los clásicos ilustrados, el juez tiene el mismo poder que el agresor.

Ignoro cómo construyen sus crónicas y sus debates los periodistas extranjeros. Supongo que los habrá más y menos lúcidos. Pero la red está llena de portadas de periódicos y de debates televisivos (y de otras muchas referencias) en la que unos dudan y otros afirman que España es un país autoritario donde la división de poderes no existe, un país más cercano a Somalia que a Francia. Y de eso, de que en este momento no exista unanimidad fuera de nuestras fronteras sobre el carácter indudablemente democrático de España, tienen la culpa los políticos independentistsa y filoindependentistas.

Algunos (muchos) deberían pensárselo antes de seguir abriendo la boca. Si de los que se juegan unos años de cárcel y unas multas millonarias no puede esperarse, de los que aspiran a gobernar les es exigible, tanto más cuanto más se ufanan de ser patriotas.

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