jueves, 2 de abril de 2009

Deudas y ruinas

Publicada el 3 de abril de 2009 en El Día de Cuenca y otros, supongo.

E
l mundo se divide entre los que pueden deberle a un banco doscientos millones de euros y los que no. Los primeros son prohombres de la sociedad, gente valorada por casi todos, tenida en cuenta en los protocolos, necesitados de secretaria, conductor y una cohorte de mandos intermedios. Los administradores de los bancos comen y cenan con ellos. Los segundos son gente condenada a trabajar y a mirar dónde la pescadilla tiene mejor precio. De estos segundos los administradores de los bancos no se fían y cuando llevan dos letras sin pagar la hipoteca, mandan a sus huestes a ver a la justicia y consiguen que les quitan el sueldo, la casa y las joyas de la suegra. Si sucede que el banco se arruina es siempre por culpa de los primeros, como bien sabe quien lea los periódicos. Lo lógico sería que a los que administraron el banco y a los que aconsejaron cómo hacerlo se les pidiese alguna cuenta, alguna casa, alguna joya de la suegra. Pero ocurre que su destino suele ser, el de los unos, marcharse a administrar otra ruina, y el de los otros irse a cobrar por nuevos e inútiles consejos. Tampoco pagan el desaguisado los que deben los doscientos millones (que los administradores calificaron de incobrables: bien lo saben ellos, puestos que comen y cenan juntos) sino los que tienen que mirar el precio de la pescadilla, que por eso son gente de poco fiar.
Vistas así las cosas, lo que me sorprende es que los antisistema sean la minoría que quiere pegarle fuego a Londres y no usted y yo... si es que usted, claro, es de los que miran el precio de la pescadilla.





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