jueves, 14 de enero de 2010

Empresarios

Publicada el 8 de enero de 2010 en El Día de Cuenca y otros, supongo.

En un paisaje intelectual y moral en el que a los banqueros todavía se les miraba casi como usureros y en el que los negociantes ponían su vida en cada negocio, el invento de la sociedad anónima fue un hito comparable al de la rueda o al de la producción de fuego. La sociedad anónima ha permitido el crecimiento del capitalismo muy por encima de cualquier previsión optimista sobre el lugar al que podría llegarse. Microsoft puede cerrar mañana por la mañana pero Bill Gates seguirá siendo un hombre riquísimo, para que nos entendamos. Los empleados de Microsoft, en cambio, pueden quedarse colgados, con las letras del coche y de la casa a medio pagar. Quien dice Microsoft dice Marsans, ya sabe usted. Las preguntas, en relación con este caso, son: ¿cómo hay que tener de dura la cara para decir cuánto hay que subirle el sueldo a los empleados si la práctica habitual del que lo dice es no pagarles? ¿En qué otra categoría de países el representante de los empresarios es un empresario que fracasa? ¿No será que este señor se postuló para representar a los empresarios con el fin de obtener desde esa atalaya favores públicos y privados para sus empresas en ruinas? ¿No hubiese dicho mucho en su favor, en fin, que hubiese comprometido parte de la fortuna personal que mantendrá a salvo, en resolver los problemas que ha tenido que resolver Fomento, poniendo aviones a costa del Presupuesto, de cuyas enormes cifras Díaz Ferrán se habrá quejado mil y una veces? ¿Cuando el empresariado habla de reformar el mercado de trabajo se está refiriendo a dar categoría de ley a las prácticas de su máximo representante? Pues si es así, dejo constancia de mi voto en contra.





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