martes, 26 de enero de 2010

Luz y teléfono

Publicada el 22 de enero de 2010 en El Día de Cuenca y otros, supongo.

Gracias a la liberalización del servicio telefónico los usuarios podemos elegir quién nos sablea más a conciencia. Cuando una compañía nos harta nos cambiamos a otra, que nos recibe con un teléfono nuevo, que es lo mismo que una sonrisa pero con diseño. Así contribuimos a la prosperidad de los fabricantes de estos aparatos y a la explotación de los negros en las minas africanas de coltán. Si el usuario está descontento con los sablazos puede recurrir a un mecanismo administrativo, lento como un perezoso cojo de Madagascar, que acoge las quejas de los usuarios y le da la razón a las telefónicas. La liberalización del suministro de energía eléctrica tiene sus particularidades. De entrada, ya hemos constatado que los precios no los bajan ni Dios ni Adam Smith, pero lo peor es que las eléctricas se chulean de los consumidores con más descaro que las telefónicas. El mecanismo por el que yo pueda elegir como proveedor a la Eléctrica del Ribagorza no lo entiende nadie y las primeras cartas que al respecto me giró mi compañía eléctrica ni siquiera los expertos en leer Metafísica. Las cartas que llegan ahora son tan crípticas como las anteriores pero se entiende que te amenazan con subidas sin cuento primero y con quitarate la luz después, sin que se sepa bien ni mal por qué. Yo pensé por un momento que la Eléctrica del Ribagorza me engolosinaría con un contador nuevo, una vitrocerámica gastona pero chula o con un empelado que mirase el consumo cada mes y me cobrase como es debido, pero las cosas no serán así. Mientras del ministro de Industria sólo se sabe que compró bombillas que nadie recoge, yo pago facturas caprichosas, absurdas, falsas, recibo amenazas y lo mismo me quedo a oscuras.




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