jueves, 5 de agosto de 2010

Recuerdos de guerra

Publicada el 6 de agosto de 2010 en El Día de Cuenca y otros, supongo.



En varios lugares del casco histórico de Dubrovnik cuelgan unos paneles con un plano esquemático de la población y varios signos convencionales. Cada uno de ellos señala los diferentes destrozos que sufrieron los edificios durante el asedio de la ciudad en la guerra que mantuvieron Croacia y Yugoslavia por la independencia de aquella: incendios, techumbres destruidas por impactos directos, techumbres destruidas por metralla, etcétera. Sobra decir que el mapa está lleno de estos símbolos y que el observador pronto abandona la intención de cuantificar los desaguisados: si vivíó aquellos años le basta con recordar los informativos de la época. Quizás se facilite esta información a los turistas para mostrar la vitalidad de la ciudad, que luce como nueva después de un tiempo que podríamos considerar escaso. Pero quizás se haga para que no se olvide lo que ocurrió en la primera de aquella oleada de guerras finiseculares que mostraron que Europa seguía rota en los Balcanes, ochenta años después de la Gran Guerra. Dentro de pocos años la mayoría de los turistas que se acerquen a los paneles no tendrán ni idea de qué pasó pero se llevarán a su casa el dato que hubo un asedio y que, según aparece al pie de los símbolos, fue responsabilidad del ejército yugoslavo, compuesto de serbios y montenegrinos. En ese próximo futuro, Serbia y Montenegro seguirán estando al otro lado de las fronteras de Croacia, y el turista quizás mire temeroso al cielo por si ese es el día en que Dubrovnik vuelve a ser una ciudad asediada. O eso o la Unión Europea habrá resuelto lo que no pudieron, o no quisieron, Metternich, Francisco José o Tito, entre muchos otros.






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