jueves, 6 de octubre de 2011

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Publicada el 7 de octubre de 2011 en El Día de Cuenca y otros, supongo.
Noto que me estoy descolgando de los adelantos de la informática. No me interesan los nuevos aparatos (sorry, mr. Jobs) ni entiendo las nuevas maneras de juntarse la grey. Me hice un feisbuc (con perdón) y le saco el mismo rendimiento que a una bicicleta sin cadena. He concluido que es como estar en la cola del pan y no poder dejar de escuchar lo que las marujas van a cocinar para la comida. Regularmente escribe en mi muro(para saber lo que es esto imagínese una pintada en la fachada de su casa) un tipo que dice que se aburre, que odia trabajar en el trabajo, que su «churri» no le rasca la espalda y que lo del uñero mejora. ¡¿Y a mí qué?, me pregunto, si no sé quién es ni ganas que tengo de saberlo! Quise subir el nivel y usé el feisbuc para sugerirle a Rubalcaba unas cuantas ideas con las que recuperar mi voto, pero fue como escribirle una carta sin certificar. Un memorándum de algunas decenas de líneas que a pesar de su elevadísimo interés no me ha servido nada más que para que su servicio de propaganda no pare de informarme de si ha ido al baño o ha comido guisantes. Como si me importase algo. De buena gana me desharía del compañero candidato, pero no sé cómo hacerlo. No encuentro el botón y temo que si presiono el que no debo se multiplique por diez el volumen de información sin contenido que me llega, así que me veo obligado a seguir leyendo los titulares de su trajín, que son como el principio de la conversación de las maris de la panadería. «Pues a mi Guillermo le gustan el mejillón, así que». En fin, que en el feisbuc, como en la cola del pan, soy un tío entre callado y huraño. Y como parece a punto de demostrarse que el mundo está dentro de feisbuc y no fuera, siento que me voy despegando de aquel poco a poco y que empiezo a caer en un espacio amable y blando, como de algodón, sin aristas y sin más ruidos que el que hacen las nueces que ahora se abren y el parloteo admirativo de los mirlos cuando cae una cerca de ellos. O estoy recuperando mi mundo interior o estoy haciéndome definitivamente viejo.


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