Publicada el 5 de octubre de 2012 en El Día de Castilla la Mancha .
Siendo presidente del Consejo de Estado, Iñigo Cavero me convenció en
una suerte de conferencia informal de que el rey era más úitil de lo
que parecía. La persona del rey, quiero decir, no la institución. En mi
representación mental de las cosas, eso fue suficiente para que durante
un tiempo disculpase que la institución fuera esencialmente
inconstitucional, por más que la Constitución le haya hecho un hueco a
una excepción del calibre de la igualdad de todos menos de uno.
No hace mucho, un amigo que estuvo en las cocinas del gobierno me contó
que le había desilusionado el mal olor que desprendían esas fogones,
olor que a veces emanaba de los negocios que la persona del rey hacía
cuando la institución salía a trabajar por esos mundos de Dios. No de
los negocios en sí, sino de que hiciera negocios. Hace unos días, un
periódico yanqui, de los que no tienen autocensura para hablar de
nuestro rey, persona e institución, ha desvelado que la pesona posee una
fortuna de casi dos mil millones de euros y se pregunta de dónde ha
sacado esa pasta, toda vez que no parece ser consecuencia del ahorro
propio de una hacendosa hormiga. Es evidente -deduzco- que de las cosas
que me contaba mi amigo, el de las cocinas. Ignoro cuáles son los
negocios que ha hecho, pero no hay duda de que para ello se ha
beneficiado de ser el rey de España. Para no despreciar el punto de
vista de Íñigo Cavero, habría que hacer cuentas de si España le debe más
a él o él le debe más a España. Aunque se lleve un sueldo que
seguramente será adecuado al mérito del tabajo que desarrolla (quiero
decir que no necesita complementos de productividad, vaya), estoy por
conceder a Cavero el beneficio de la duda y, en este caso, soy
partidario de dejar el asunto correr. Como si no hubiera pasado nada.
Pero que sea la última vez, ¿eh? El descendiente tiene que llegar al
poder con una Ley de Incompatibilidades que le impida ser rey y hombre
de negocios en sus horas de trabajo. Como todos los funcionarios. Porque
si no, ya serían dos excepciones las que haríamos, y eso son muchas
excepciones, ¿no lo parece?
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