domingo, 28 de abril de 2013

Excelentísimo señor Presidente

Excmo. Sr. Presidente:

          Ignoro si cuando usted se postuló para gobernar este país creía de verdad que acabaría con el paro y con la tutela europea sobre el gobierno de España. Permítame decirle que, si lo creía, era un ignorante y, si no lo creía, era un mentiroso. Bueno, si resulta ser usted esto último seguro que tiene noticias de primera mano hace tiempo y, de ser lo primero, seguro que ya se ha dado cuenta. En cualquiera de los dos casos, me permito sugerirle si cree usted que los españoles nos merecemos un dirigente que pueda ser calificado de alguna de esas maneras, si no de las dos.
          El caso es que desde que usted gobierna el número de parados ha aumentado un 20% y el de afiliados a la Seguridad Social (el de los que pagan parados y pensiones) ha descendido a niveles de 2002. Si usted considera que tiene la culpa de estos datos, ignoro por qué no dimite por incapaz. Si considera que no la tiene, me gustaría que admitiese públicamente que el gobierno no es competente para resolver el problema. Que no tiene herramientas para conseguirlo. Que reducir el paro depende de cuestiones que tienen que ver con la economía global y que están fuera de su alcance o de la iniciativa de los empresarios individuales, lo que también está fuera de su alcance. Dicho esto, luego puede dimitir porque resulta que su puesto no es tan importante como parecía o no hacerlo porque le gusta ser presidente del gobierno. Como usted quiera.
          Pero ese ejercicio de sinceridad serviría para ajustar realmente las expectativas de los ciudadanos a la realidad y, desde el punto de vista puramente estético, sería buena noticia que este tena desapareciera para siempre de las campañas políticas. Fíjese que, de este modo, tanto ustedes como sus rivales podrían centrarse en cosas sobre las que no necesitarían mentir: el aborto, la cultura, las misas de doce y cosas así
          Convenga conmigo, además, presidente, que admitir como hicieron el viernes tres ministros, uno detrás de otro, que el gobierno no puede hacer nada para que varios millones de españoles no se vean abocados a la miseria, es más doloroso cuando el presidente del gobierno lo es también de una organización muchos de cuyos directores generales son sospechosos de avaricia. Estoy seguro de que en en su partido hay miles de militantes honrados y eficaces dispuestos a ejercer como diputados o como ejecutivos de su organización sin necesidad de cobrar sobresueldos o recurrir a fondos de reptiles. Despida de inmediato a todos los que tienen sobre sí la sombra de la sospecha y promocione a estos que le digo. No tema ser injusto con los que no han sido avariciosos aun pareciéndolo porque yo creo que de estos habrá pocos y aun de entre estos todos ellos seguirán bien colocados el resto de su vida laboral, hasta ahora han disfrutado de empleos de privilegio y, sobre todo, el ejemplo que supondría su gesto daría algo de moral a los ciudadanos. Tampoco esto nos sacaría del atolladero pero muchos españoles lo agradeceríamos no sabe cuánto y, además, creo que con una medida como ésta recuperaría muchos puntos de los que está perdiendo por lo que ya he comentado antes.
          Naturalmente, no aspiro a que haga usted nada de lo que le he dicho. Y ni siquiera a que lo lea. Por supuesto. Pero yo me he quedado muy descansado.

Atentamente,

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