miércoles, 4 de mayo de 2016

Palabras

Si no media terremoto o sondeo electoral, los informativos de televisión suelen abrir con lo que un político ha dicho. La chulería que se le ocurre a cualquier portavoz tiene más peso que algo que haya ocurrido de verdad. Todos sabemos que cualquiera de los Hernandos puede decir hoy blanco y defender mañana negro con la misma sangre fría y, sin embargo, la prensa sigue empeñada en ofrecernos como relevante esa vacuidad.
     Proliferan los programas cuyo único contenido es conseguir que un político diga algo. La trastienda del medio ha pasado al escaparate. “Díganos un titular”, piden ya los periodistas, que ceden a los políticos la esencia de su oficio.
     El político ha pasado de ser un gestor de la cosa pública a un tipo que pasa el día diciendo cosas, generalmente las mismas frente a micrófonos diferentes. De ser un tipo distante y relativamente adusto (“puede usted llamarme como quiera”, dicen que Solana marcó la distancia con un periodista) a ser el tipo más dicharachero del barrio entero, alguien que siempre está dispuesto a responder a cualquier cosa, como si fuera un concursante de Saber y Ganar. Con la diferencia de que, en su caso, cualquier respuesta vale. Incluso la ausencia de respuesta.
     “Dice un rumor que un muñeco que se le parecía a usted ha sido objeto de vudú en Tasmania, ¿qué opina?”. “Oiga, me da igual”. “Ya, pero díganos su opinión”. “Me la pela”.
     - Ya lo han oído: a Fulanito se la pela: notición.
     Una cadena ha descubierto la pólvora desempolvando declaraciones contradictorias de políticos. Como si fuese difícil. El mérito se reduce a tener becarios suficientes que vean vídeos antiguos. Lo único sensato que ha dicho Rajoy en cuatro años es aquello de no mire usted las hemerotecas porque puede encontrar cualquier cosa, dando por hecho que en algún momento dijo una cosa distinta y que en otro momento dirá otra diferente. Como todos los demás.
     Los políticos no hablan entre sí sino a través de declaraciones. Como si ponernos a los oyentes de fedatarios de sus intenciones tuviera más peso que transformar las intenciones en actos, coger el teléfono y decir él mismo lo que sea a quien sea. Lo importante es decir, no hacer.
     Así las cosas, que el gobierno de Cospedal vulnerara la ley de Hacienda más veces de las que la acató no ha importado a nadie. ¿Acaso es destacable que la responsable del partido que gobierna España haya hecho en su gobierno de provincias más trampas que una película de indios?
     - Mire usted, le voy a decir una cosa. Lo importante de verdad es que en este país haya un gobierno que haga lo mejor para los españoles, y ese gobierno es del PP, no le quepa ninguna duda.

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