viernes, 11 de septiembre de 2009

Lo de Pozuelo

Publicada el 11 de septiembre de 2009 en El Día de Cuenca y otros, supongo.

Escuché el razonamiento impecable de la chica. «Aquí no tenemos dónde beber, así que no me extraña que pasen estas cosas». Es posible que el abuelo de esta chica dijese lo mismo hace cincuenta años, después de darse unas carreras por la Ciudad Universitaria delante de una escuadra de grises: «Aquí no tenemos libertad, así que no me extraña que pasen estas cosas». Puede que el progreso sea sólo esto: cambiar el complemento directo de las oraciones. Tener libertad, tener un sitio donde emborracharse, tener un negro que apalear... Me fascina fabular sobre qué le faltará al nieto de esta chiquilla de blusa azul para que se sienta movido a descalabrar a los guardias de entonces. He oído a algunos (supongo que del PP) que la culpa es de la logse, a otros de no sé dónde que los chicos están muy consentidos y tienen de todo (hasta el cariño incondicional de los suyos, que no le retirarán ni siquiera a aquel borracho cabrón que lo utilizó como arma en plena refriega, cuando acusaba a los guardias de que no los quería nadie y por eso merecían que los moliesen a botellazos), a otros esto y a otros aquello. De todos modos, no deja de ser curioso que al extrarradio de París le peguen fuego los pobres y al de Madrid los ricos, y no me sustraigo a la tentación de decir que la libertad que los abuelos pijos de estos pijos reclamaron medio siglo antes, muchos chavales solamente la emplean para mirar escaparates (Manolo Tena, 1978).




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