viernes, 27 de agosto de 2010

Estado de alerta

Publicada el 27 de agosto de 2010 en El Día de Cuenca y otros, supongo.



Estoy leyendo Todo lo bueno llegará, una novela escrita por una nigeriana llamada Sefi Atta que me proporciona el doble placer del relato y del documental sobre la vida en aquel país. En la novela, el calor de infierno o la lluvia a cántaros forman parte del contexto con la nula estridencia que va asociada a la costumbre. Contrasta esa naturalidad con la alerta permanente que vivimos en este país porque hace calor, porque hace frío, porque llueve, porque nieva o porque no hace ninguna de esas cosas. No sé en qué consiste la alerta. Quizás en que los telediarios nos informan de que en verano hay que ir por la sombra y en invierno ya no. Pero me agobia esta tensión de país civilizado. Cabe pensar que la riqueza lleva aparejada la ñoñería a la manera en que los pijos de Serrano son retratados en las parodias más vulgares. Los ciudadanos exigimos del Estado una protección completa alentados por el propio sistema, ya que tanta insistencia en que bebamos agua tiene que ver con evitar reproches electorales: «yo ya dije que nevaría, así que no cargue en mi cuenta a los domingueros sepultados por la nieve hasta la suela de los zapatos». Ciertamente, el asunto sería cómico si no contuviera algo de perverso, y es que podríamos pensar que si las autoridades deben protegernos del calor y del frío es porque todo lo demás se ha conseguido. Y no. En la Nigeria de hace veinte años un abogado es expulsado a latigazos por el conserje de una residencia femenina cuya función es evitar que ningún hombre entre en ella y los funcionarios que llegan con retraso deben hacer una tanda de flexiones. Aquí no estamos en esas pero el calor de agosto es solo eso. Calor.






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