Publicada el 19 de octubre de 2012 en El Día de Castilla la Mancha .
Naturalmente, se puede pensar que las madres de Cañada del Hoyo están
manipuladas por el alcalde rojo del pueblo. De todos es sabido que en la
disputa entre partidos cualquier arma vale, y no digamos si los
sospechosos son de izquierdas, que con eso de que no tienen que
confesarse los domingos son capaces de las mayores tropelías.
Sin
embargo, la administración no ha desmentido que el trato que se ha dado
al pueblo del presidente de la Diputación haya sido el contrario. Al
contrario: es tan evidente la arbitrariedad que ya ni se discute. Ahora
se habla de fechas, plazos y otras porquerías administrativas que, a
falta de argumentos, terminan siendo más importantes que las personas.
Tampoco se habla de otros pueblos en los que se han hecho diversos
arreglos para preservar la escuela, siendo, claro, ayuntamientos del PP,
pero los casos existen y lo saben bien quienes han padecido la chapuza,
aunque las madres no hayan sido tan aguerridas como las de Cañada.
La
desobediencia de los ciudadanos ante el poder arbitrario forma parte
del sustrato ideológico de nuestra civilización. Es la máxima sobre la
que se sustenta la declaración de independencia de Estados Unidos, como
cualquier estudiante de quince años sabe a estas alturas. El consejero
Marín deberia pensar en esto. Sobre todo ahora que amenaza con llevar el
caso a la fiscalía porque las madres no mandan a sus hijos a la
escuela, como si en lugar de estar partiéndose el pecho por ellos los
subiesen cada mañana a un tren borreguero y los empleasen como mendigos
en Valencia.
Quizás el juez que dirima el caso, ahora que Pedraz nos
ha devuelto a todos menos a los políticos un poco de fe en la justicia,
le recuerde a la administración el viejo argumento del ejército justo
del poder. Lo suyo, entonces, sería que algunos abandonaran sus puestos
de responsabilidad; o sea, los oficios desde los que disponen cosas de
las que son responsables.
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