viernes, 8 de febrero de 2013

Finlandia

Publicada en El Día de Castilla-La Mancha el 8 de febrero de 2013



El pasado domingo medio universo twitter babeó durante la media hora en la que Jordi Evole enseñó a España por qué los chicos finlandeses leen y cuentan mejor que los españoles. Cada cosa que salía por la pantalla se resolvía en una cascada de «tweets» de rendida admiración. ¿Que los chicos estudian menos horas que en España? Ooooooh! ¿Que los padres disponen de información diaria de la marcha de los alumnos? Ooooooh! ¿Que en las clases conviven pocos alumnos? Ooooooh! 
    Sin embargo, hasta que llegó la poda del PP España era equiparable en no pocos de esos y otros parámetros, y cabe suponer que algunas de las barrabasadas de hoy se enmendarán mañana, siquiera sea porque los gobiernos no querrán que salgamos en las estadísticas internacionales al lado de Burundi, que es donde nos estamos colocando.
    En mi opinión la mayor diferencia proviene del diferente valor que ambas sociedades dan a lo que es de todos, a lo público y, entre ello, a la educación. En España, cuando el Estado no tuvo dinero para extender la educación obligatoria por sus propios medios recurrió a la empresa privada, casi siempre de la Iglesia, y firmó con ella los famosos conciertos, que perpetuaban la tradición decimonónica de dejar las almas de los españoles en manos de los curas. No sé si el PSOE se dio cuenta de que de ese modo estaba construyendo la caverna de las décadas siguientes pero quizás no le quedó otro remedio. Ahora bien, cuando el país dispuso de dinero a espuertas (que si Europa, que si las privatizaciones...) fue otra vez el PSOE el primero que prefirió gastarlo en carreteras y en trenes la leche de rápidos en lugar de invertirlos en sembrar el país de escuelas públicas... a lo finlandés, que podríamos decir.
    El resultado fue doble. Por un lado, modernizamos lo accesorio (basta con ver cómo nos va) y, por otro, la escuela de la Iglesia pagada por todos lleva treinta años haciendo trampas para tratar quedarse con los mejores alumnos y, aunque ni así obtiene mejores resultados, ahora, con el viento a favor, saca pecho y dice que el coto es suyo y que la escuela pública se vaya a tomar por saco, señor Wert, mándela pronto.

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