lunes, 27 de enero de 2014

Tribunales contra el gobierno

Es curioso. El mismo sistema judicial que se empeña en recordarnos que no todos somos iguales ante la ley, y que Themis, que así se llama la señora de la balanza, lleva una venda si no transparente, por lo menos translúcida que le permite distinguir quién es un pelagatos robagalllinas y quién un entrajetado robafortunas, la misma justicia, digo, se lanza a salvarnos de la quema del feroz neocon que quiere asolar el país. ¡Albricias!
          Todavía no se había repuesto Cospedal del fallo del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha que le obliga a readmitir a quinientos trabajadores públicos y que le recuerda que no se puede tomar el pelo a los sindicatos porque son parte del sistema democrático y no una especie en extinción, cuando Ignacio González, el presidente de Madrid, comparece para anunciar que el mismo Tribunal Superior, pero de aquella comunidad, se carga parece que definitivamente su propósito de hacer como que ahorra en Sanidad para favorecer el negocio de alguna empresa que -vistos los antecedentes- sabría agradecer en el futuro, a quien correspondiese, una gestión tan acertada.
          No sabe uno si recuperar la fe en la justicia o si arrepentirse de haberla perdido pero no recobrarla para evitarse más berrinches en el futuro. No nos queda más remedio que admitir que la justicia, como se dice de todo, es como todo, y que unas veces da una de cal y otra de arena. La ley no es un principio eterno labrado en mármol. Ni siquiera es, salvo en alguna letra muy gorda, el modelo sociedad que quiere la clase dominante. A estas alturas, la ley más bien parece el dibujo a mano alzada que un partido político hace sobre cómo le gustaría que fuese el negocio hasta las siguientes elecciones. Y la justicia, que debe interpretar lo que a veces no es nada más que un desvarío, tampoco tiene la consistencia de lo divino sino la contingencia de lo humano, y así pasa tantas veces.
          En fin, que esta vez los abogados, los fiscales y los jueces han visto que la razón no estaba en manos del gobierno de todos sino simplemente en las manos de todos, que no es lo mismo, ni mucho menos, y menos mal. Dos gobiernos van a tener que retroceder y aunque no se apearán de la idea de que la razón está de su parte, por esta vez agradezcamos a Montesquieu su idea de que los poderes ejecutivo y judicial deben estar separados.
     Ojalá estuviésemos seguros de que siempre es así.

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