lunes, 24 de agosto de 2015

Más políticas europeas o la nada



La pobreza en general y más recientemente las guerras de Irak, Afganistán y Siria están pasando de Internacional a Nacional en la prensa europea a causa de la que se ha definido como la mayor crisis migratoria desde la II Guerra Mundial, lo que dicho de esa manera no deja de ocultar la tragedia de cientos de miles de personas que, según vemos en la televisión, cada vez tienen la piel menos oscura…
     Las teorías y explicaciones son diversas: por un lado, los hay que consideran al mundo desarrollado el causante de todas las desgracias del Tercer Mundo. Por otro, quienes creen que los pobres se las saben apañar ellos solos para seguir siéndolo. Luego hay ministros y otra gente de poco pensar que creen que la razón de todo está en las mafias que trafican con personas. Oigo a algunos políticos más bien nuevos y de una izquierda arregladita y de salón diciendo que hay que ir a los orígenes del problema, en referencia a que tenemos que desarrollar a esos países, nosotros que sabemos tanto de la cuestión.
     Lo cierto es que en este momento estas grandes o mezquinas ideas no sirven de nada. El médico de urgencias recompone el esqueleto roto del automovilista y deja para los teóricos de la seguridad vial cómo conseguir que no le lleguen más conductores destrozados. Quiero decir que en este momento, Europa es el médico de urgencias que tiene que acoger a los centenares de miles de personas que se han plantado en sus fronteras y que seguirán haciéndolo porque es preferible ser pobre aquí que rico allá o porque aquí, simplemente, aquí se puede seguir siendo y allí no.
     Dicho esto, lo que Europa debe pensar es que, como hospital, ha tenido una gerencia desastrosa. Por una parte, los gerentes no han querido integrar en una sola unidad de atención a todas las plantas, de forma que cada una de ellas ha funcionado como si fuese un hospital independiente, cuando no tenían capacidad para atender ni para retener a los que llegaban. Imaginemos a un centro sanitario con los enfermos moviéndose de una planta a otra, a ver si en alguna encuentran quien quiera o pueda curarlos.
     Pero, por otra parte, Europa no ha comprendido que todo lo que pasaba fuera de sus fronteras terminaría por afectarle y en general ha jugado un papel de observador, de seguidor de políticas no exactamente propias… o simplemente ningún papel. Esto más o menos ha valido porque durante mucho tiempo las guerras regionales generaban desplazamientos reducidos de población, campamentos de refugiados en países desérticos y tan pobres o más que aquellos donde se estallaban los misiles. Otro tipo de consecuencias no pasaban de sustanciarse en un movimiento especulativo en las Bolsas y unos cuantos ayes dichos aquí y allá. Pero ahora que se ha globalizado la desesperación, podríamos decir que estamos pagando la impotencia o el cierto desinterés  habitual por lo que ocurría en el Asia más próxima con este fenómeno en el que (no se olvide) nosotros no somos la famélica legión.
     La “crisis migratoria” es una muestra más de la imperiosa necesidad de que Europa avance en políticas comunes más allá de las económicas. En dos o tres, en lo que a esto respecta. La política de inmigración, entendida como política interior de toda Europa;  la política exterior, la más inexistente de todas las que desarrolla la Unión;  y, consecuencia directa, la política de defensa o, sin eufemismos, de guerra.
     Porque hoy, convertidos en médicos de urgencias, tenemos que atender a los heridos, pero este de ahora puede no ser el mayor problema que tengamos que encarar . ¿O es que realmente los gabinetes de expertos de los países europeos no están considerando el Daesh como una amenaza real para Europa? Me parece que sí lo están haciendo.

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