lunes, 14 de septiembre de 2015

Cataluña y los sentimientos

Uno

No tengo ni idea de cómo les caigo a los catalanes. No sé si me quieren o no. Ni siquiera sé si unos me quieren mucho y otros pocos. En realidad, lo más probable es que me ignoren.
     Por si yo soy poca cosa, diré que no tengo ni idea de cómo los conquenses les caemos a los catalanes. Si nos quieren o no. O si unos nos quieren mucho y otros poco. De hecho, dado que estamos al sur del Ebro es probable que nos ignoren.
     En todos los casos debemos exceptuar, eso sí, a ese tuitero que un día me dijo que yo quería dominarle por el hecho de que él es catalán y yo un castellano imperialista (tengo pruebas).
     Viene esto al hilo de alguna de las tonterías que se oyen sobre la independencia. Los catalanes dicen que se sienten poco queridos por los (otros) españoles. ¿Y cómo lo saben? ¿Hay alguna encuesta? ¿O es una percepción de gente como el tuitero que, sin conocerme, dice que quiero dominarlo? ¿Es posible imaginarse una imagen de todos los votantes del sí, quiero haciendo pucheros porque los de Cuenca no les queremos?
     Quizás, de lo que se trata es de que los dirigentes catalanes creen que los dirigentes españoles les quieren poco. Lo cual sigue siendo otra estupidez. Los dirigentes no tienen que quererse entre sí. De hecho, ni siquiera se querían cuando se casaban entre ellos.
     Más bien de lo que se trata es de que los dirigentes españoles no les dan a los dirigentes catalanes todo lo que ellos quieren que les den. Ese es el querer que nos trae desde el primer párrafo. Los demás quereres son de mentirijillas. Gracias a nuestro sistema electoral, que los ha hecho colaboradores necesarios de (a la vista del resultado) más gobiernos de los deseables, han recibido montones de cosas. Quiero decir, de dinero, pero quieren más, y se inventan esto o aquello para que, cuando no queda más que recibir (o muy poco), a lo que aspiran es a que les dejen el poder. Todo el poder. Que es lo que dice hoy Álvarez Junco: los que más ganarían con la independencia serían los gobernantes de Barcelona, que ascenderían de categoría.

Otro

Por otro lado, cada vez más se está centrando el análisis de la secesión en una relación coste/beneficio. Los que son contrarios dicen que los catalanes vivirán peor fuera y los favorables dicen que vivirán mejor en ese ni dentro ni fuera que decía Mas en la última entrevista de televisión, pero independientes, claro.
Hay que acabar con ese discurso. El hijo que se emancipa no lo hace por dinero sino por ganas de montarse su vida por su cuenta. Si vive peor o si vive mejor, allá él. Él sabe los riesgos que corre. Dejémonos de análisis económicos. Si la mayoría de los catalanes quiere independizarse, que lo haga. No hay cosa peor que tener en casa a un hijo que no quiere estar contigo. Ahora bien, que luego no venga a casa a ver el fútbol.
Ni a jugarlo, claro.

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